31 may 2011 5:18 p. m.

El pastoreo tradicional y la caza furtiva amenazan la reserva de Masai Mara


Expoliada por la mano del hombre (y su fusil), la reserva keniana de Masai Mara se encuentra bajo mínimos. De animales, que no de dólares furtivos.
Según un estudio del «Journal of Zoology» -publicación especializada cuyo origen data de 1830- en las últimas tres décadas, la población de jirafas e impalas en la reserva se habría reducido en casi un 70 por cierto.
De igual modo, la explosión del pastoreo tradicional -que ha aumentado en casi un 1.100%- amenaza con acabar en los próximos años con especies como el búfalo o el perro salvaje. Sin embargo, la miseria humana no se limita al pasto ilegal.

Solo en la última década, más de 1.500 cazadores furtivos han sido detenidos en esta reserva, mientras que cerca de 17.000 trampas fueron eliminadas por los servicios de protección locales.

Un millón de euros al año

Como denuncia James Sindiyo, director del Consejo Regional para Narok (localidad en la que se enmarca el Parque), el auge de la caza furtiva en la región se debería, principalmente, al aumento del precio del marfil en el mercado asiático (solo en Kenia, este negocio mueve al año cerca de un millón de euros), así como el endurecimiento de las exportaciones de animales muertos en países como Zimbabue.

«El Gobierno keniano debe destinar un mayor presupuesto a la vigilancia y al seguimiento de los animales salvajes para poner fin a la caza furtiva. Si no se plantean medidas más estrictas, el futuro del Parque peligra», asegura Sindiyo.

Un apocalíptico panorama cuyo presente, en el caso del rinoceronte, no difiere demasiado. Desde la década de los 70 y hasta finales del siglo pasado, la población de estos ejemplares se ha reducido en Kenia en un 96% (el actual número apenas alcanza el millar). Sin embargo, organizaciones como la conservacionista WWF han comenzado una campaña para lograr que su número alcance los 20.000 en 2034.

¿El principal problema? El precio de sus cuernos. Más de 40.000 euros por kilogramo en el mercado negro. Y ante estos números, no hay política ecologista que valga.

Fuente: ABC
Foto: José Luis Ortega

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